Durante años creímos que aprovechar el tiempo era hacerlo todo: trabajar más, producir más, demostrar más. Pero cuando el alma despierta, comprendes que el tiempo no se mide en minutos, sino en sentido. Lo que vale no es cuánto haces, sino cuánto de ti dejas en lo que haces.
El alma despierta no corre, camina con intención. Ya no busca tener más días, sino días con más luz. Y cuando entras en ese estado, el reloj deja de dominarte: tú gobiernas tu tiempo.
“El tiempo deja de ser enemigo cuando se convierte en aliado de tu propósito.
— Daniel A. Baute R.
No nacimos para sobrevivir la semana, sino para crear con propósito. El alma dormida vive en la rutina; el alma despierta, en la creación. Cuando despiertas, entiendes que tu trabajo, tus relaciones y tus decisiones son herramientas divinas de transformación.
- Dejas de competir y comienzas a construir.
- Tu paz pesa más que tu éxito aparente.
- Empiezas a decir “no” sin culpa y “sí” con propósito.
- 1 minuto de silencio antes de abrir el teléfono.
- 3 gratitudes escritas antes de dormir.
- Un acto de servicio cada semana sin esperar nada.
No necesitas más horas, necesitas más conciencia. No se trata de agregar actividades, sino de alinear tus decisiones con lo que Dios te encargó hacer. Cada vez que eliges desde el alma, el tiempo se multiplica.
Mientras el mundo corre sin saber a dónde va, tú puedes detenerte… y comenzar a vivir.
“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que adquiramos un corazón sabio.”
— Salmos 90:12El alma no pide más tiempo, pide más verdad. Cuando la escuchas, todo se ordena.